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Deslumbra al mundo el “Día de Muertos”, festividad mexicana que une raíces.

20 octubre, 2025

•          México, tan grande y sorpréndente como su gente, sus tradiciones y sus fiestas, un país donde la muerte no es el final, sino una oportunidad para recordar, celebrar y honrar.

•          El Día de Muertos se ha convertido no sólo en una de las tradiciones más entrañables de México, sino en un fenómeno cultural que fascina al mundo entero.

•          Los panteones en todo México se iluminan con velas, las casas se visten de papel picado y las calles se llenan de música, flores de cempasúchil y aromas a copal y pan de muerto.

•          Festividad declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2008, representa una fusión poderosa de cosmovisiones indígenas y creencias católicas heredadas del mestizaje.

Mientras buena parte del mundo occidental evade hablar de la muerte o la reduce a un tabú silencioso, México la enfrenta con una propuesta estética, filosófica y profundamente emocional: el Día de Muertos, esta celebración – que se lleva a cabo del 31 de octubre al 02 de noviembre – ha trascendido de lo ritual para convertirse en una expresión de identidad nacional que dialoga y sórprende al mundo.

Desde altares domésticos hasta festivales internacionales, el Día de Muertos es hoy un fenómeno cultural global. Sin embargo, su esencia permanece enraizada en el simbolismo indígena y en una cosmovisión que entiende la muerte no como final, sino como continuidad.

Origen y permanencia con siglos de historia

El Día de Muertos es el resultado del encuentro entre dos mundos: el indígena mesoamericano y el católico europeo. Para culturas como la mexica, la purépecha o la maya, la muerte era una etapa más del ciclo de la propia existencia. Al morir, el alma emprendía un viaje hacia otros planos, y sus familiares le acompañaban simbólicamente a través de ofrendas, cantos y ceremonias.

Con la colonización, estas prácticas se fusionaron con las celebraciones del Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos. Lo que hoy conocemos como Día de Muertos es un legado vivo de ese sincretismo: una tradición que no solo ha sobrevivido a siglos de transformación social, sino que se ha consolidado como símbolo cultural ante el mundo.

¿Dónde se vive el Día de Muertos con mayor fuerza?

Si bien esta tradición se celebra en todo el país, hay destinos donde la intensidad simbólica y la riqueza ritual alcanzan niveles extraordinarios:

•Pátzcuaro, Michoacán: En Janitzio, la comunidad purépecha realiza una de las ceremonias más emblemáticas. Las procesiones en canoa y la vigilia nocturna en los panteones convierten la noche del 1 de noviembre en una experiencia casi mística.

•Mixquic, CDMX: En este pueblo originario al sur de la capital, la llamada Alumbrada —cuando miles de veladoras iluminan las tumbas— ofrece una imagen conmovedora de la comunión entre vivos y muertos.

•Oaxaca: Altares monumentales, desfiles de catrinas, mercados tradicionales y panteones llenos de vida hacen de esta ciudad uno de los epicentros culturales del Día de Muertos.

•Mérida y comunidades mayas: El Hanal Pixán (“comida de las almas”) es la versión maya del Día de Muertos. Se trata de una ceremonia íntima y respetuosa que resalta la diversidad cultural del país.

Estética, identidad y exportación cultural

La estética del Día de Muertos —catrinas, calaveritas, papel picado, flores de cempasúchil— ha despertado el interés de diseñadores, artistas visuales y cineastas a nivel internacional. No es casualidad que películas como Coco (2017) de Disney-Pixar o Spectre (2015) de la saga James Bond hayan utilizado esta celebración como eje narrativo y visual.

Para el Dr. Ernesto Soto, antropólogo cultural de la UNAM, este fenómeno no solo responde a una cuestión estética: “Lo que el mundo admira del Día de Muertos es la manera en que México logra reconciliarse con la muerte a través del arte, el humor y la memoria colectiva. Es una narrativa distinta, menos trágica y más integradora”.

Hoy, ciudades como Los Ángeles, París o Berlín organizan festivales del Día de Muertos que incluyen altares colectivos, conciertos, muestras gastronómicas y exposiciones de arte popular.

Sin embargo, en México la tradición conserva su carácter íntimo: en cada altar familiar se reconstruye la memoria, se honra la ausencia y se dialoga con lo que ya no está.

Más allá del folclore: un espejo cultural

A diferencia de Halloween —con el que suele compararse superficialmente—, el Día de Muertos no gira en torno al terror, sino al afecto. Es una celebración que exige preparación, reflexión y respeto.

Desde Estilocracia, donde entendemos el estilo como una forma de pensamiento, resulta evidente que esta tradición representa mucho más que una costumbre: es una declaración de principios. En ella convergen el valor de los vínculos familiares, la permanencia de la memoria y la riqueza del mestizaje cultural.

Frente al olvido, México responde con flores, velas, música y pan. Porque aquí, la muerte no se esconde: se honra, se recuerda y, sobre todo, se celebra.

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