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Acuerdo histórico entre México levanta la mirada

15 noviembre, 2025

Antenas nos ponen en la mesa del cosmos

Cuando el primer rayo del Sol cruce las alturas del desierto de Chihuahua y encuentre un conjunto de parrillas metálicas apuntando al cielo, podría estar haciendo historia. Porque la era espacial también es de antenas gigantes que escuchan el cosmos. Y México acaba de colocar su ficha en ese tablero.

El pacto clave

National Radio Astronomy Observatory (NRAO) de Estados Unidos y un grupo de instituciones mexicanas —Instituto de Radioastronomía y Astrofísica (IRyA), Instituto de Astronomía de la UNAM, Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE), entre otras— firmaron un acuerdo histórico para armar la participación de México en el colosal proyecto Next Generation Very Large Array (ngVLA).
Ese telescopio —más de 240 antenas distribuidas en EE.UU. y México— no es una promesa lejana: está diseñado para operar con una sensibilidad y una resolución que cambiarán las reglas del juego en radioastronomía. National Radio Astronomy Observatory

¿Por qué nos importa en México?

Para ponérselo simple: mientras el mundo mira cohetes, nosotros podemos estar en la sala de control. Este es el escenario:

  • Tecnología avanzada: México tendrá que proveer diseño, fabricación, operación, gestión de datos de radioastronomía…
  • Talento local: Estudiantes, investigadores mexicanos tendrán acceso a una punta de lanza que antes parecía lejana. El acuerdo menciona formación, infraestructura, consorcios.
  • Visibilidad global: Un proyecto astronómico de esta magnitud coloca a México en el mapa científico —y también tecnológico— mundial.

El twist cinematográfico

Imagínalo: un escenario inmenso, luces apagadas, solo el zumbido de la electrónica. Gente levantando antenas bajo un cielo negro; al fondo, las montañas del norte mexicano. Esa imagen puede llegar a convertirse en un icono nacional. .

Y sí: también es una apuesta. México históricamente ha invertido poco en ciencia e innovación —0.3% del PIB, frente al 2.7% de promedio de la OCDE. Pero esta vez parece que la conversación cambió. No solo “tener ciencia”, sino “ser parte de la ciencia”.

El gran interrogante

¿Y qué pasa después de la firma? Aquí entra la tensión: el papel de México dependerá de varios factores. Infraestructura real, recursos humanos formados, voluntad política, financiamiento. Si uno falla, la promesa puede quedarse en “participar”. Pero si todos los engranajes funcionan… entonces tendremos algo más que antenas: tendremos futuro.

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