¿Quién inició la gresca?
Lo que vimos en el Senado fue un round de boxeo improvisado. Según los videos, Alito Moreno fue quien inició la gresca contra Gerardo Fernández Noroña, inconforme porque no le concedieron los diez minutos adicionales que él creía merecer. Sin embargo, algunos medios decidieron aplicar la clásica fórmula de “todos son culpables”, aunque las imágenes muestren lo contrario.
El golpe inicial
Uno de los pocos diarios fieles a la evidencia videográfica fue El País. Allí se dice que “Moreno se levantó de su escaño y fue directamente hacia Fernández Noroña, al que jaloneó y golpeó. La escena se desbordó en empujones y puñetazos” (El País, 27 de agosto 2025). El video difundido en redes confirma esa secuencia: Alito es el primero en abalanzarse.
Incluso se documentó la agresión a un camarógrafo: “Emiliano González, miembro del equipo de Noroña, terminó con collarín tras ser derribado y golpeado en el tumulto” (El País).
La versión de los protagonistas
El mismo Noroña aseguró: “Yo no inicié, me defendí. Alito me dijo: ‘te voy a partir la madre, te voy a matar’” (El País, 28 de agosto 2025).
Moreno, en cambio, se justificó con una pirueta discursiva: afirmó que reaccionó porque Noroña habría insultado a una senadora. El problema es que, en las imágenes, la “reacción” se parece demasiado a un primer golpe sin provocación física.
La falacia equidistante en acción
Aquí aparece lo interesante: la cobertura mediática. Mientras algunos diarios describieron claramente la secuencia (Alito inicia la agresión), otros optaron por el cómodo terreno de la “culpa compartida”.
Por ejemplo, en notas de análisis se puede leer: “El pleito dejó a ambos partidos tambaleando, tanto al PRI como a Morena” (El País, 29 de agosto 2025). El problema es evidente: equiparar al que lanza el golpe con el que lo recibe y se defiende.
Esto es lo que en filosofía crítica se llama falacia equidistante: cuando, para aparentar imparcialidad, se coloca a dos posturas en pie de igualdad, aunque la evidencia no lo justifique. Es como decir que un científico y un terraplanista “tienen sus razones” o que en un choque vial ambos autos son igual de culpables, aun cuando uno estaba estacionado.
El Senado como ring
La ironía es inevitable: mientras el Senado se degrada en un cuadrilátero y los golpes sustituyen a los argumentos, algunos medios se conforman con narrar que “hubo una pelea” sin detenerse en quién inició ni en qué motivó el conflicto. La neutralidad editorial, en este caso, se traduce en indiferencia a la verdad.
Y así, lo que debería ser un debate de altura se volvió un espectáculo de baja estofa: un dirigente que exige minutos de palabra a golpes y un periodismo que, en aras de no incomodar, diluye responsabilidades.
