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Lilia Cedillo o la Templanza

22 noviembre, 2023

Dolor de columna/ Miguel Maldonado

Siempre, inevitablemente, en las coyunturas políticas sexenales, cada vez que se aproximan las elecciones, al rector en turno de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, le llega al oído una vocecita, unos dicen que al oído derecho —aunque esta vez fue al izquierdo, eso cuentan los que estuvieron presentes y fueron testigos de ese delicioso canto, algunos incluso se levantaron hechizados y se aventaron desde el piso quince a ese mar de la ambición— pero qué le dice esa vocecita: que el rector en turno puede ser la persona más poderosa de Puebla.

Así empieza el cortejo (comprobado científicamente): “la comunidad te quiere, hasta aquí arriba se oyen las porras, tu perfil es perfecto, no tienes tacha, te pareces a mí, purísima gracias al manto protector de la bata del laboratorio, la gente quiere gente como tú, que no le importe el cochino y mugroso dinero sino el bien de la comunidad, desde que llegaste a rectoría los estudiantes tienen otra actitud, se les nota en la manera que abren sus libros, en la forma que caminan por los pasillos repitiendo entre dientes las fórmulas de la clase, repasando las sentencias de algún libro: Nihil novum sub sole”; y justo en este punto de la seducción, cuando se les ha dicho que su masa corporal irradia una luz que contagia no sólo a los estudiantes, también a los seres vivos, que las plantas y el pasto reverdecen a su paso, en ese instante, se levantan de la silla de rectoría, inflaman el pecho, por un segundo su mirada se pierde en el horizonte, cruzan miradas con sus colaboradores, uno de ellos ya está salivando y con las pupilas eléctricas, todos están hipnotizados, en este punto suspira y piensa —esto es algo que también ha sido comprobado científicamente, hay testimonios sobre esa luz que de pronto enceguece la habitación rectoral y se introyecta en la psique del rector— en la patria, piensa en la patria, en todas las avenidas del progreso que llegarían a los hogares de cada poblano, en la gloria de ser el comandante en jefe, el que sacará de la ignominia al pueblo con la fuerza de su aura personal, y piensan en su niñez, en que todo estaba escrito desde siempre, que estaban predestinados para una misión superior —esto también está comprobado científicamente, los testimonios dicen que en cuanto el rector se levanta convencido de ser El elegido, se escucha en el ambiente un cántico parecido a los lullabys de cuna, “trompetas del cielo”, le dice al oído el colaborador más servil—

Pero por primera vez en treinta años, hubo una rectora que sí leyó bien la Odisea de Homero, aquel episodio en que las sirenas intentan hipnotizar a los tripulantes de la torre de rectoría. Y la rectora pudo igual que Ulises, hacer oídos sordos. La vocecita entró por un lado y salió por el otro sin ningún efecto. Lilia Cedillo mostró esa sabiduría casi obligada que se exige a las personas de la ciencia y de las artes, hizo lo que el poeta “A mi trabajo acudo y con mi dinero pago”. Tuvo la templanza para saber que la Universidad necesita una persona dedicada a las calidades académicas, al apoyo de las ciencias y la cultura, y sobre todo, que Puebla necesita que esos miles de jóvenes continúen por la vereda de un día cada vez más prometedor y de una experiencia de vida cada vez más edificante. Saludo esa templanza de antiguo cuño.

Miguel Maldonado:

Poeta y editor, director de la revista Unidiversidad de la BUAP; ha sido Premio Nacional de Poesía Gutierre de Cetina en 2006 y en 2016 Premio Nacional de Poesía Joaquín Xirau, otorgado por la Secretaría de Cultura y El Colegio de México; fue agregado cultural de México en Kenia y sus libros han sido traducidos a más de diez idiomas (@Migrerías).

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