Dolor de columna
Miguel Maldonado
Los ímpetus de campaña hacen prometer los más grandes disparates. Y los panistas les ganan a todos, quién podría competir con ellos que han llegado a ofrecer dos paraísos en la tierra, con dos Adanes y dos Evas, y las inamovibles hojas de parra por supuesto, son panistas lo siento, no se hagan ilusiones que los Adanes y las Evas traen parras.
Sólo otro panista podría ganarles, se llama Fox y gusta de prodigar cifras alegres: Todos recordamos cuando arengó que en 15 minutos solucionaría el problema de la guerrilla en Chiapas, o que en 5 minutos acabaría con la corrupción. El expresidente Calderón es otro panista de números flojos, dijo que acabaría con la violencia del país en un año. Lo que provocó fue el estallido, como nunca, del crimen organizado, y que los criminales se armaran hasta los dientes, por primera vez y gracias a su estulticia se llenó de sangre todo el país.
Eduardo Rivera, el chico de las cifras alegres, sigue esa vieja tradición de prometer la Luna y las estrellas, y las galaxias –con todo y nebulosas– con tal de ganarse un voto. Capaz, dicen sus más cercanos, de ofrecer a los poblanos volver las sierras valles, la mixteca vergel, multiplicar el pan y serenar al Popo. Claro, todo esto le tomaría un tiempo prudencial de 5 minutos.
La última cifra alegre, fue la friolera de 1000 nuevos espacios públicos, no precisó si serían estacionamientos, parques con canchas, cuántas, cuáles, o sólo juegos recreativos, pudiera tratarse incluso de simples baldíos descampados donde se diga que de noche pueden verse Adanes y Evas solazarse en una Puebla que no tiene uno, sino dos paraísos. Llévelo, llévelo.
Con qué nos saldrá mañana Eduardo Rivera, amante de las cifras redondas, miles, diez miles, cien miles, millones de promesas, todas inviables, todas sacadas del humor con que despierta: “hoy ofreceré diez mil viviendas, cien mil becas y un millón de millones de apoyos bien apoyadores”.
Me despido con el soundtrack de la campaña azul: “Dos más dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho y ocho dieciséis; tengo un muñequito vestido de azul…”