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Claudia Rivera: La suertuda

20 diciembre, 2023

por Miguel Maldonado

Solo dos diosas griegas tienen los ojos vendados:

la diosa de la Fortuna y la diosa de la Justicia

Edipo ciego

(Estas semanas se publicarán estampas ficcionadas de los aspirantes a la presidencia municipal. Hoy tocó a: La suertuda.)

Cómo se detecta a un envidioso, la fórmula es muy sencilla: tras un éxito personal el envidioso lo que ve es suerte, pura suerte. Haga la prueba usted, desocupado lector, es fácil: en cuanto tenga una buena nota compártala con sus compañeros, habrá quien le diga que se lo merece y habrá quien le diga que tiene mucha suerte, ese, el que le dice que tiene muy buena suerte, es un envidioso nato.

El experimento podría ir más lejos, le puedo sugerir que a los envidiosos se les contesta del siguiente modo: Mira amigo, sabes que entre más me esfuerzo, más suerte tengo.

            Claudia Rivera ha contestado del mismo modo, cuando alguien le dijo que llegó a ser presidenta municipal de Puebla por purititita suerte, se defendió contestando que entre más días se quedaba a acampar y a dormir sobre la avenida Reforma en apoyo a amlo, más se acercaba a la posibilidad de ser presidenta. A pocos convence este argumento, la causalidad es dudosa: ni todos los que acamparon con amlo se volvieron presidentes municipales ni todos los presidentes municipales acamparon en Reforma.

            Hay que decirlo: Claudia, desde muy niña, dio visos de ser una tipa con suerte. Era la niña que en los salones de fiesta siempre hacían pasar al frente y se llevaba un regalo, de aquellas personas que en todas las rifas siempre se ganaba al menos una plancha o una secadora, por no contar aquel diciembre en que se ganó una pantalla de televisión y un auto del año, nadie nunca entendió cómo pudo ganar dos premios si sólo había participado con un boleto.

El mismo desconcierto causó cuando se sacó la lotería sin haber comprado el boleto, o cuando se volvió candidata sin haber hecho trabajo político, o cuando ganó la presidencia municipal sin que nadie la conociera, sacaban y sacaban su nombre de las urnas electorales de la misma manera en que un mago hace salir de su sombrero una fila interminable de pañuelos, pañuelos y más pañuelos, uno más, otro, Claudia, Claudia, Claudia, Claudia. El mundo es un pañuelo, querida Claudia…

Ella misma se vio en el espejo y no se reconoció: bajo el influjo de un examen de consciencia pensó que no merecía ser presidenta municipal, estuvo a punto de renunciar, pero algo en su interior la contuvo, se justificó a través de tantos y tantos años de haber madrugado en la avenida Reforma, ella, la que había dormido en el camellón, después de la noche helada del alma, se merecía dirigir los destinos de los poblanos, sus plantones le había costado.

Jamás volvió a pensar que no se merecía el cargo, muy pronto entendió que era pura envidia de la gente. Si yo la criticaba era por envidia, porque ya quisiera yo estar en su lugar y dirigir el futuro de Puebla.

Somos unos envidiosos, Claudia, nos ha cegado la envidia y ya no vemos tus méritos profesionales, los grandes logros que has hecho por Puebla, que si no los hiciste fue a causa de otro envidioso que te lo impidió. La envidia es la causante de que no hayas vuelto a ganar otra tómbola. Qué ciegos hemos sido.

Miguel Maldonado: Ha sido Premio Nacional de Poesía en dos ocasiones, fue agregado cultural de México en la embajada de Kenia y dirige la revista de cultura y pensamiento de la BUAP Unidiversidad.

Miguel Maldonado nació en Puebla, es Premio Nacional de Poesía Gutierre de Cetina 2006, y Premio Nacional de Poesía Xirau 2016; ha sido diplomático agregado cultural de México en Kenia y Secretario General de la UDLAP. Actualmente dirige la revista de cultura de la BUAP: Unidiversidad (meritoria del Premio Nacional aDiseño y del Premio Clap, en Barcelona).

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