Miguel Maldonado
Los lamentables hechos ocurridos contra las vecinas del candidato Eduardo Rivera son un reflejo de la violencia y la criminalidad que azora al municipio y al país entero desde hace varios lustros. En vez que Eduardo hubiese actuado con empatía hacia sus vecinas y apoyarlas como vecino solidario, lo que hizo fue acomodar las circunstancias para sacar raja política. Con esta fría maroma, que ni él mismo se la cree, mostró que sigue vivo y rozagante uno de los vicios más arraigados de nuestro sistema político: la simulación.
La simulación política ha sido estudiada por diversos pensadores mexicanos. Octavio Paz pondera la sátira de Rodolfo Usigli titulada “El gesticulador”, como la mejor muestra de este vicio, en esta obra el político hace como que trabaja, hace como que escucha, hace como que resuelve y hace como que imparte justicia. En el caso que nos ocupa, Eduardo Rivera hace como que lo persiguen y lo violentan. En esta ocasión no le funcionó la típica estrategia de hacerse el mártir para atraer la compasión y la solidaridad de los pocos desprevenidos poblanos, la mayoría no se la creemos.
El mismo Octavio Paz describe la diferencia entre disimular y simular: El que disimula trata de esconder, el que simula trata de mostrar lo que no es, uno es pasivo el otro activo. Eduardo Rivera quiso mostrar, a través de la tergiversación de los hechos, una realidad insostenible. En mi pueblo le llaman: sacar leña del árbol caído.
El engaño de Eduardo es casi infantil, ofende a nuestra inteligencia y lo que es peor, ofende a su propia inteligencia, no podemos tener como candidato a un gobernador que no ata ni desata, así estuvo el sainete: entraron a la casa de mi vecina, pero buscaban mi casa, robaron la casa de mi vecina pero iban a robar la mía, golpearon a la vecina pero me iban a golpear a mí…
Este un buen ejemplo de cómo llevar agua a tu molino y que al final te ahogues con un vaso.